martes, 4 de marzo de 2008

La sangre, sinónimo de vida.

La sangre es un tejido sistémico que tiene como misión principal proveer de oxígeno y nutrientes a todo nuestro organismo. A diferencia de otros tejidos y órganos de nuestro cuerpo, la sangre es líquida, cualidad fundamental para que llegue a cumplir su objetivo de mensajero de vida a cada sitio en donde se requiere.
Durante el embarazo, la sangre materna, a través de la interfase placentaria nutrirá al feto durante nueve meses, más exactamente, hasta que luego de parto, se ligue el cordón umbilical y el bebé logre en cierto modo, independencia.
Para que la sangre circule por nuestros vasos sanguíneos con la fluidez necesaria, es imprescindible que se mantenga un delicado equilibrio entre los sistemas que producen coágulos (sistemas procoagulantes), los sistemas que inhiben la formación de coágulos (sistemas inhibidores de la coagulación) y los que disuelven los coágulos (sistemas fibrinolíticos). Un desequilibrio en este delicado mecanismo, llamado técnicamente “hemostasia”, podría llevar al exceso de sangrado (hemorragia), o en contrapartida, a la formación de cóagulos (trombosis).
El embarazo normal es un estado procoagulante (protrombótico), debido a cambios normales en los factores de la coagulación de la sangre que ocurren progresivamente durante la gestación, que están destinados a proteger a la madre de la hemorragia durante el parto y el alumbramiento.

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